понедельник, 12 марта 2012 г.

Unidos

Unidos, s�, unidos todos en un ideal com�n que nos engrandece ante los ojos de la opini�n mundial. Los cubanos no podemos seguir dando el espect�culo triste de la incompatibilidad imperante en casi todos los sectores en el destierro aptos quiz�s para la reconstrucci�n de la patria cuando llegue el momento de la liberaci�n de la tierra que nos vio nacer o que vio nacer a nuestros antecesores. La patria necesitar� de la cooperaci�n y del trabajo de todos los que de una manera o de otra, con una idea y con otra queremos que florezca, aunque sea lentamente, la bienandanza, la raz�n y la libertad sobre nuestro suelo martirizado durante mas de medio siglo.

Se cumple un a�o m�s de la instauraci�n de aquella Rep�blica libre, independiente y soberana. La fecha del 20 de Mayo ten�a -antes de 1959- que expresar por fuerza el jubilo de los cubanos todos por el triunfo definitivo de la Patria, y ese limpio contento por el nacimiento de la nacionalidad ten�a que llevar aparejadas la admiraci�n y la pleites�a hacia aquellos hombres generosos que regalaron incontables hero�smos, sacrificios y penalidades para legarnos la Rep�lica, perdida a�os despu�s por la vileza de Fidel Castro y sus seguidores.

20 de Mayo, d�a de j�bilo y de recuerdo reverente y emocionado para todos los cubanos. Pero d�a tambi�n de meditaci�n obligada sobre lo que nos toca a todos tambi�n realizar para llevar hoy por los mejores caminos la nueva liberaci�n de esta Patria que naci� en 1902.

En esta fecha creemos que el mejor homenaje de nuestros corazones a la naci�n es, precisamente, esa meditaci�n formal y trascendente sobre nuestras obligaciones por hacer todo lo posible para lograr la nueva independencia. Todo buen cubano, dolido hoy al no ver flotar sobre nuestros cielos la bandera de la estrella solitaria con orgullo y dignidad, debe redoblar su prop�sito de servir a la causa de la liberaci�n, poniendo a la patria como suprema meta de las acciones cotidianas. Sobre el amor propio desmedido, sobre el af�n de renombre y de poder, sobre partidismos y bander�as, est� nuestra naci�n, esa naci�n de la que todos somos hijos y deudores: la naci�n que nos quiere hermanados y no divididos, unidos y no enfrentados.

Si de la conmemoraci�n de este a�o sacamos redoblado este convencimiento habremos celebrado de la mejor manera la fecha gloriosa. Y estaremos a pesar de los sufrimientos y de los contratiempos, en la l�nea de honor y de servicio que nos se�alaron con sus heroicas acciones, aquellos hombres extraordinarios que nos legaron la Patria independiente.

De uno de esos hombres, el general Emilio N��ez, podemos decir con m�xima admiraci�n que fue el incesante gestador de las expediciones mambisas que dieron �mpetu a la guerra emancipadora. Luchador incansable, primero en la contienda de los diez a�os y luego en la del 95, dio a Cuba con generosidad desmedida su esfuerzo, su entusiasmo y su tes�n, hasta verla convertida en naci�n soberana.

Que su recuerdo, pues, nos ayude tambi�n a renovar los votos c�vicos y genuinamente patri�ticos por trabajar incansablemente en pro de la salvaci�n de la Patria hundida cada d�a m�s y m�s en la ignominia, en el terror y en el hambre producidos por el comunismo opresor.

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